lunes, 2 de noviembre de 2009

Nuevas tecnologías, ¿nueva escuela?

De casa a la escuela… ¿y después?

“Llegamos al mundo indefensos”. Pero en un principio, nos dice Echeverría, (2004) nos bastaba con los conocimientos que la familia o tribu transmitía a cada ser nacido (principalmente mediante la comunicación oral en la lengua materna) para que aprendiéramos a interactuar efectivamente en el “entorno natural” al que nos incorporábamos. Los objetivos de aquella primera educación no eran numerosos, ni complejos: enseñanza de las formas de satisfacción de necesidades básicas (mediante la caza y/o pesca, o el ejercer un oficio), desarrollo de la memoria y los cinco sentidos, y transmisión de los juegos y fiestas “locales”. Asegurar que cada nuevo miembro de la comunidad alcanzara dichos objetivos significaba asegurar su posibilidad de subsistencia en su “primer entorno”, y el adquirir estos saberes era, en consecuencia, tanto un derecho como un deber del “recién llegado”.

Pero con el surgimiento de las ciudades, los seres humanos se ven enfrentados al desafío de aprender a interactuar en un segundo entorno, al que Echeverría denomina E2, o “entorno urbano”. Para sobrevivir en este nuevo contexto, es necesario aprender a interpretar códigos simbólicos (las leyes, por ejemplo), y aprender nuevos oficios propios de la vida en la urbe. Aparece “la calle” como agente educativo más allá de la familia o “primera comunidad”. A medida que se consolidan los Estados Nacionales, estos se desarrollan como agentes educadores y establecen nuevos “escenarios educativos” (tales como la escuela, los museos y las bibliotecas populares), en los que la escritura se impone como principal medio de comunicación. Fortaleciendo la figura del maestro, los Estados buscan “sacar a los niños de sus casas y de las calles” (Echeverría 2000:24), y transforman así la educación en el segundo entorno en un deber, y no simplemente un derecho de cada ciudadano. Poco a poco, esta idea se cristaliza en la escuela como un sistema de educación reglada por el Estado-Nación, mayoritariamente aceptada durante los próximos siglos.

A finales del siglo XX, sin embargo, el escenario se complejiza aún más. En un mundo globalizado, e impulsado por la popularización de Internet, nace el “tercer entorno”, un espacio telemático que nos propone nuevas formas de representación, comunicación e interacción, y nos incita al desarrollo de nuevas destrezas. Es por esto, dice el profesor español, que no basta con pensar en propuestas tales como el “blended learning”, que intenten “integrar, armonizar, complementar y conjugar los medios, recursos, tecnologías, metodologías, actividades, estrategias y técnicas…, más apropiados para satisfacer cada necesidad concreta de aprendizaje” (García Aretio 2004:2), necesidades que han sido ya establecidas en los tiempos de la primacía del “entorno urbano”. Valiosas como puedan resultar experiencias como las que relatan Gewerc Barujel (2005) o Barberá y otras (2009), en las que bitácoras y portafolios electrónicos se integran a programas educativos presenciales a fin de optimizar los procesos de enseñanza-aprendizaje, Echeverría insiste en el hecho de que las nuevas tecnologías imponen el surgimiento de nuevos escenarios educativos y nuevos agentes educadores, que cuenten con nuevos instrumentos didácticos, todo ello diseñado teniendo en cuenta la estructura del nuevo espacio social. En palabras del autor: “hay que organizar un sistema educativo en y para el tercer entorno.” (Echeverría ob.cit. pág. 20).


¿Cómo sería la educación en el tercer entorno?

Echeverría anticipa una teleescuela siempre abierta (ya que el E3 es “multicrónico”, no “sincrónico”), en la que “la naturaleza deviene en telenaturaleza” mediante el uso de la televisión y los ordenadores, y hasta educadores y educandos pueden ser simplemente “avatares telecomandados por personas” (atento al hecho de que el E3 es “representacional”, no “presencial”). Agrupados en “redes educativas telemáticas” (campus y aulas virtuales, pero también “telepatios” de juegos y otros centros virtuales de entretenimiento), los agentes educadores (telenseñantes) promueven un “aprendizaje abierto y flexible” (Salinas 1998, citado en Area Moreira 2000:131). Así, educadores y educandos interactúan en forma “distal” -conectados a través de nodos de la Red- no “proximal”). El trabajo docente consiste no sólo en alfanumeralizar a los chicos para el entorno telemático; también les compete enseñarles a adaptarse y socializar (favoreciendo la interactividad horizontal, tal como lo destacan Delauro y Marinsalta 2004) según los nuevos códigos del entorno telemático. La principal función del telenseñante es entonces la asignación y tutorización de actividades que los alumnos realizan a su propio ritmo, considerando sus intereses y necesidades. (Area Moreira 2002:132).


Los desafíos de la educación en “tercer entorno”

Javier Echeverría no tiene dudas: “Es preciso implementar la escuela tradicional con una escuela electrónica, digital y virtual” (ob.cit. pág. 22). Mientras esta “teleescuela” no se arraigue en el entorno telemático, la educación no será siquiera un derecho para los educandos del E3, que quedarán a merced de la influencia de las “tele-calles” al igual que las niñas y niños que en el comienzo de los procesos de urbanización vagaban desamparados por las calles de las metrópolis.

Claro que para que esto sea posible, es urgente en primer lugar capacitar a los actuales docentes, y a los que vendrán, en las nuevas destrezas que su rol requiera en el nuevo entorno. Y es innegable que para realizar con éxito su práctica profesional deberían contar con materiales de instrucción (telemáticos y multimedia) adecuados. “Dicho en términos generales, se requiere toda una política teleducativa”. (ob.cit. pág. 32).
Ahora bien: ¿existe algún agente infosocial que (a la manera de los Estados-Nación el segundo entorno) pueda hoy siquiera promover el derecho a la educación en el E3? A falta de instituciones educativas internacionales con suficiente poder como para proclamarlo, Echeverría aventura un principio de respuesta en las RETs que ya comienzan a crecer en nuestro mundo, siempre y cuando estas permanezcan abiertas a la interconexión con otras redes. Como docentes intentando ejercer nuestra labor en los albores de este nuevo sistema, nos cabe prepararnos en la medida de nuestras posibilidades para bregar porque, tal como ha ido sucediendo en los primeros dos entornos, el derecho universal a la educación en el entorno telemático sea cuanto antes una realidad en la mayor parte del mundo posible.


Referencias:

Area Moreira, Manuel (2000). “¿Qué aporta Internet al cambio pedagógico en la educación superior?”, en R. Pérez (coord.); “Redes multimedia y diseños virtuales”. Actas del III Congreso Internacional de Comunic., Tecnol. Y Educ. Univ. De Oviedo, sept. 2000; págs. 128-135.

Barberá, Elena et.al. (2009). “Portafolios electrónicos y educación superior en España: Situación y tendencias” en RED, Revista de Educación a Distancia. Número monográfico VIII (30abr09). Número especial dedicado a Portafolios electrónicos y educación superior. (consult. el 2/11/09 en http://www.um.es/ead/red/M8)

De Lauro, Mariela y Marinsalta, Ma. Mercedes (2004); “Ampliando los límites del aula: el uso del Correo Electrónico”. Trabajo presentado en Congr. Internac. Virtual de Educación, Univ. de las Islas Baleares, Mallorca, Feb04

Echeverría, Javier (2004). “Educación y Tecnologías Telemáticas”, en Revista Iberoamericana de Educación Nº 24 págs. 17-36

García Aretio, Lorenzo (ed.) (2004). “BLENDED LEARNING, ¿enseñanza y aprendizaje integrados”, en BENED Octubre 2004

Gewerc Barujel, Adriana (2005). “El uso de weblogs en la docencia universitaria”, en Revista Latinoamericana de Tecnología Educativa, 4(1), 9-23 http://campusvirtual.unex.es/cala/editio/index.php?journal=relatec&page=article&op=view&path[]=173 (consult. el 2/11/09)